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viernes, 4 de mayo de 2012

FE
La fe es algo muy distinto de la creencia. La creencia es la adopción sistemática y demasiado en
serio de palabras no analizadas. Las palabras de San Pablo, las de Mahoma, las de Marx, las de
Hitler... la gente las toma demasiado en serio, ¿y qué sucede entonces? Lo que sucede es la
insensata ambivalencia de la historia: sadismo contra obligación, o (cosa incomparablemente peor)
sadismo como obligación, devoción contrarrestada por la paranoia organizada, hermanas de caridad
que cuidan abnegadamente a las víctimas de los inquisidores de sus propias iglesias y cruzados. La
fe, por el contrario, jamás puede ser tomada demasiado en serio. Porque la fe es la confianza
empíricamente justificada en nuestra capacidad de saber quiénes somos en realidad, de olvidar al
maniqueo intoxicado por la creencia, de olvidarlo en el Bienestar. Danos hoy nuestra fe de todos
los días, mas líbranos, Dios, de la creencia.


 

EL BIENESTAR

El Bienestar es saber quiénes somos en realidad, y para saber quiénes somos en realidad
debemos saber primero, momento a momento, quiénes creemos ser y qué nos impulsa a sentir y
hacer esa mala costumbre de pensamiento. Un momento de claro y total conocimiento de lo que
creemos ser pero en realidad no somos, pone fin, por el momento, a la charada maniquea. Si
renovamos, hasta que se convierten en una continuidad, esos momentos del conocimiento de lo que
no somos, podemos sorprendernos de pronto sabiendo quiénes somos en realidad.
La concentración, el pensamiento abstracto, los ejercicios espirituales: exclusiones sistemáticas
del reino del pensamiento. El ascetismo y el hedonismo: exclusión sistemática del reino de las
sensaciones, los sentimientos y la acción, Pero el Bienestar es el conocimiento de quién es uno en
realidad, en relación con todas las experiencias; tened conciencia, entonces, tened conciencia en
todo contexto, en todo momento, de todas las cosas, honrosas o deshonrosas, agradables o
desagradables, que podáis estar haciendo o sufriendo. Ese es el único yoga auténtico, el único
ejercicio espiritual digno de ser practicado. Cuanto más conoce un hombre sobre los objetos
individuales, más sabe sobre Dios. Traduciendo el lenguaje de Spinoza al nuestro, podemos decir:
Cuanto más sabe un hombre acerca de sí mismo en relación con todo tipo de experiencia, mayor es
su posibilidad de saber de repente, un buen día, quién es él en realidad, o más bien Quién (Q
mayúscula) Es (E mayúscula) "él" (entre comillas) en Realidad (R mayúscula).
San Juan tenía razón. En un universo benditamente carente de habla, el Verbo no sólo estaba con
Dios; era Dios. Como algo en lo cual había que creer. Dios es un símbolo proyectado, un hombre
deificado. Dios = "Dios".



SABER QUIENES SOMOS EN REALIDAD

El saber quiénes somos en realidad produce el Bienestar, el Bienestar produce el tipo más
adecuado de bien hacer. Pero el bien hacer no produce el Bienestar por sí mismo. Podemos ser
virtuosos sin saber quiénes somos en realidad. Los seres que son simplemente buenos no son
Buenos Seres; son nada más que columnas de la sociedad.
La mayoría de las columnas son sus propios Sansones. Sostienen, pero tarde o temprano también
derriban. Jamás existió una sociedad en la cual la mayor parte del bien hacer fuese un producto del
Bienestar, y por lo tanto constantemente adecuado. Esto no significa que nunca pueda existir una
sociedad así, o que los de Pala seamos tontos por tratar de crearla.

¿QUIENES SOMOS? ¿QUIENES PENSAMOS SER? ¿QUIENES SOMOS REALMENTE?

Nadie necesita ir a ninguna otra parte. Todos estamos ya allí, lo sepamos o no.
Si supiese quién soy en realidad, dejaría de comportarme como lo que creo que soy; y si dejase
de comportarme como lo que creo que soy, sabría quién soy.
Lo que en realidad soy, si el maniqueo que creo ser me permitiese saberlo, es la reconciliación
del si y el no, vivida en total aceptación y la bienaventurada experiencia del No-Dos. En religión
todas las palabras son palabras sucias. A todo el que se muestra elocuente sobre Buda, o Dios, o
Cristo, habría que lavarle la boca con jabón de fenol.
Como su aspiración de perpetuar sólo el "sí" de cada par de contrarios no puede realizarse jamás,
dada la naturaleza de las cosas, el maniqueo aislado que soy se condena a una frustración
eternamente repetida, a conflictos eternamente repetidos con otros maniqueos frustrados y
henchidos de aspiraciones.
Conflictos y frustraciones: el tema de toda la historia y de casi todas las biografías. "Te muestro
la pena", dijo Buda, realista. Pero también mostró el final de la pena: el conocimiento de sí mismo,
la aceptación total, la bendita experiencia del No-Dos.


Texto extraido de "La isla" Aldous Huxley 1962